Un nuevo amanecer
Un nuevo amanecer
(Manuel Hipólito Soler)
I
Se dice que lo esencial es invisible a los ojos, dado que se trataría de lo que está vinculado a lo más profundo del alma. El amor puede considerarse como algo que forma parte de lo esencial.
Los come semillas generalmente acostumbraban a vivir solos, aunque también podían agruparse entre varias familias para formar tribus. Eran criaturas humanoides o antropomorfas de larga cabellera, similares a una mezcla entre hombres lobo y hombres pájaro, que solían llevar puestas unas máscaras para cubrir sus generalmente feos y a su vez delicados rostros. Por fuera eran algo feos, pero por dentro tendían a tener un corazón humilde.
Franco era un come semillas bastante solitario, incluso si todavía no se había separado de sus padres y de los demás miembros de la tribu Alfa. Desde pequeño siempre disfrutaba más recorrer solo el bosque. Pero su gusto por la soledad no quería decir que no deseara una compañía especial, que fuera más que una amistad.
Él conocía y quería mucho a Verónica, quien era miembro de otra tribu, la de los Épsilon. Dicha tribu solía cruzarse muy seguido con los Alfa. Los come semillas Alfa más pequeños se entretenían invitando a jugar a los niños come semillas Épsilon, en tanto que los demás se entretenían conversando sobre anécdotas tales como cuántos ciervos habían podido cazar para comer durante el día, cuánto pescado habían podido sacar a la hora de la pesca, qué clase de frutas habían podido recolectar, y qué habían podido observar de los seres humanos.
Verónica era una muchacha bastante tímida. Era una de las muy pocas come semillas de cabello pelirrojo. La gran mayoría de los come semillas, tanto varones como mujeres, tenían el pelo negro muy oscuro y unas pocas muchachas llegaban a tener un pelo rubio. A Verónica le encantaba también irse de paseo sola. A su vez, amaba mirar a ciertos pájaros como los colibríes, ciertos insectos como las mariposas y también le caían muy bien las serpientes.
Uno de sus pasatiempos favoritos, y a su vez su gran secreto al que sólo se dedicaba cuando estaba paseando sola, era cantar. Tenía una voz hermosa, y la utilizaba generalmente para cantos que parecían líricos y melódicos. A veces solamente hacía sonar su voz, jugando con la entonación, pero muchas veces también se animaba a cantar con letras. Era muy buena inventando las letras para cantar, se notaba que le encantaba expresarse poéticamente, con una impronta dulce y noble.
Franco estaba enamorado de Verónica. Más allá de su físico, era su personalidad lo que más le atraía. Él pensaba que quizá ella sería una honrosa compañía con quien recorrer el bosque. Y quizá también, si ella estaba de acuerdo, las costas.
Tanto los Alfa como los Épsilon habitaban por los bosques y los montes y sierras, pero a su vez ese paisaje natural quedaba a unos kilómetros de unos asentamientos humanos costeros. Ambas tribus ya observaban a los seres humanos que habitaban aldeas o poblados más cercanos a ellos. Pero Franco pensaba mucho en animarse a recorrer esos kilómetros y visitar el mar. Podía bañarse en el río pero deseaba conocer el mar.
Un día, Franco se enteró de que Verónica se le había adelantado. Al parecer, según pudo escuchar y comprender lo que hablaban unos Alfa con unos Épsilon, por razones que no estaban claras, Verónica había decidido separarse de la tribu para intentar seguir su vida sola. Y había elegido irse a vivir más cerca de las costas.
Franco consideró las posibilidades y los riesgos, ¿Podría irse él también? ¿Cómo haría para encontrarla ya llegando a las costas? Y una de las más importantes: ¿Qué haría si se topara con seres humanos?
Los come semillas eran bastante pacíficos entre ellos. Y no tenían necesidad de atacar a los seres humanos. De hecho, era todo lo contrario: ellos les temían porque tenían previsto que los humanos tenderían a asustarse y reaccionarían mal si llegaran a verlos, y justamente era así que les gustaba observarlos con curiosidad pero nunca se animaban a acercarse e intentar entablar algún tipo de conversación.
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II
Giovanni era un marinero bastante joven y recién iniciado. Proveniente de una familia de origen y tradición italiana por parte de su padre, quien justamente había elegido el nombre de su hijo para continuar con la tradición, él se sentía solo aunque estuviera rodeado siempre de sus compañeros, con quienes se llevaba bastante bien, pero en el fondo él permanecía hermético y distante.
Hacían pocos días que habían partido del puerto de Palomino Birch para navegar y llevar productos a las costas de Queen Valley. Giovanni por ese entonces, aunque se hallaba algo incómodo por no saber cómo relacionarse con sus compañeros, se maravillaba cuando entre los temas de conversación en los descansos aparecían los mitos y las leyendas.
Ya desde la adolescencia a él le fascinaban las historias de terror de autores como el estadounidense Howard Phillips Lovecraft, como así también las llamadas leyendas urbanas. Pero no todo era terror y suspenso como ese, porque Giovanni también disfrutaba de releer fábulas maravillosas de su infancia, como así también bastante literatura en general y hasta se sentía más que afortunado de conocer autores provenientes de América Latina como el mexicano Carlos Fuentes, los argentinos Victoria Ocampo y Adolfo Bioy Casares, y la gran leyenda uruguaya Horacio Quiroga, entre varios más.
Una noche llegaron al puerto de Queen Valley, una pequeña ciudad costera, para cumplir con su trabajo. Giovanni era parte de una tripulación civil de comercio, a pesar de que también durante su adolescencia él había considerado ser militar. Más específicamente, enlistarse en la Armada.
La idea era que pasarían la noche en un hotel cercano al puerto destinado especialmente para ellos para después irse al día siguiente de regreso a Palomino Birch. Sin embargo, Giovanni se encontraba con un ataque de insomnio, y había decidido que sería mejor ir a ver con qué se podía entretener allá afuera, aunque fuera por un rato.
Por supuesto que podría haber prendido el televisor de su habitación y así distraerse un poco con alguna película o lo que fuera, pero él tenía ganas de caminar. Y muchas. No tenía miedo de la posible inseguridad de la hora en la que estaba, y simplemente salió de su habitación, saludó a uno de los pobres muchachos de seguridad del hotel al que le había tocado estar despierto toda la noche para cuidar, y partió del lugar decidido a recorrer un poco las cercanías del puerto aún a semejante hora. Tampoco le importaba si el capitán o algún otro de sus superiores llegaban a decirle algo al día siguiente.
El puerto de Queen Valley tenía algo especial a esa hora. Estaba bastante más fresco, no había mucho movimiento salvo por ciertas personas y el sonido de las olas del mar era algo más intenso. A él le agradaba porque le traía recuerdos, de cosas tales como una vez que se había ido de vacaciones con su familia a Argentina y había visitado la ciudad de Mar del Plata.
Mar del Plata era una ciudad costera mucho más grande y lujosa que Queen Valley pero también llena de contrastes y problemas, sobre todo cuando terminaba la temporada de verano que él había podido disfrutar al máximo durante su viaje, y con el llegar del frío también aparecían la delincuencia y el peligro. O al menos eso había escuchado hablar de las más sinceras bocas de unos lugareños durante ese viaje. Dichos lugareños habían llamado a Mar del Plata La Nueva Rosario, en alusión al más oscuro y cruel submundo criminal del narcotráfico, dado justamente que Rosario era otra ciudad argentina plagada de violencia y horror diarios.
A su vez, sumados a los delincuentes comunes y los narcotraficantes, estaban los grupos extremistas tanto de ultraderecha como de ultraizquierda, quienes justamente usaban a los ladrones y a la mafia como excusa para justificar su accionar similar a ataques terroristas.
Giovanni ahora mismo pensaba y se acordaba de lo linda que era la temporada de verano en aquel entonces en aquella ciudad de aquel país, en tanto el recorrido del lugar también le hacía pensar y acordarse de los cuentos de Lovecraft, y similar a este último, a las leyendas más oscuras de entidades maléficas o muy misteriosas que habitaban en zonas tales como los bosques cercanos la ciudad de Silent Hill.
Fue en ese momento en que Giovanni se dirigió más hacia la playa. Había llevado su linterna, porque quería ver de cerca cómo el mar crecía de noche. Para él era un gran espectáculo que le hacía sentir todo el sentido del asombro ante la maravilla de la naturaleza.
De repente, escuchó una serie de sonidos que parecían ser pasos. Eran una serie de pasos que se acercaban hacia él. Se dio la vuelta y pudo divisar a un extraño hombre anciano de facha harapienta que se acercaba. Y lejos de asustarse, se acercó también a él.
“Un pobre vagabundo anciano que seguramente me quiere pedir una moneda no es nada, no es un delincuente con una pistola o una navaja, preparado para la extorsión” pensó. Así, Giovanni se dirigió sin miedo hacia el hombre, quien curiosamente no le pidió ninguna moneda o algo por el estilo, sino que simplemente tenía ganas de conversar. Era muy probable entonces que aquel pobre hombre mayor tuviera algunos tornillos flojos, siguió pensando Giovanni.
- Me llamó Giovanni, ¿y usted señor cómo se llama?
- Me llamo Alberto. Encantado de conocerlo joven Giovanni. Pero dígame, ¿Qué hace usted a estas horas por aquí?
- Oh, la verdad que nada importante. Simplemente me encanta disfrutar de ver la crecida de la marea nocturna. Y a su vez, me encanta cómo queda la luna encima del mar.
- Ya veo joven. Usted tiene un sentido del asombro muy bien enfocado para las maravillas de la vida.
- ¿Usted estaba por hacer lo mismo? Digo, ¿usted estaba aquí para mirar el mar de noche?
- Exacto.
- Bueno señor Alberto, qué lindo. Me alegro de no ser el único que aprecia la belleza de las maravillas que nos rodean…
Giovanni no estaba mintiendo ni le estaba tomando el pelo a aquel anciano. Todo lo contrario. Él estaba agradecido de su presencia, dado que era una especie de “amigo temporal”, con el cual podía hacer una estupenda catarsis de sus emociones y sentimientos más profundos, o confusos. ¿Por qué? Porque al parecer, si le faltaban algunos tornillos por así decirlo, era muy probable que su amistad o compañerismo lleno de entusiasmo, aunque fuera temporal, fuera bastante sincero.
Tal como dicen por ahí los niños y los locos siempre dicen la verdad y por eso se inventaron las escuelas y los manicomios. Los niños y las niñas van a la escuela a instruirse para así estar listos para cuando crezcan y tengan que construir su supervivencia, su felicidad y su futuro. Los locos y las locas, en cambio, lamentablemente no suelen tener más remedio que ser recluidos en un lugar en el que se espera que puedan ser felices y estar bien pese a todos sus problemas.
“Lo más triste de la vida de los locos y las locas era que mucha gente los podía llegar a confundir con los llamados psicópatas, y los maltratara y lastimara, mientras los verdaderos psicópatas se camuflaban como demonios o vampiros ocultos entre una sociedad que decía ser una civilización desarrollada pero quizá en el fondo no era más que un zoológico de mentes podridas, y curiosamente los locos no eran parte de ese zoológico porque estaban en otro plano” pensaba Giovanni.
- Alberto, dígame, ¿Alguna vez usted se sintió con ganas de llorar de alegría?
- Recuerdo haber llorado muchas veces de bronca, impotencia, dolor y tristeza, pero de alegría pocas.
- Yo a veces quiero hacerlo. ¿No le ha pasado a usted de conmoverse por la alegría de vivir?
- ¿Y cuándo se conmueve uno de la alegría de vivir?
- Muchas veces me han pasado cosas malas, pero podía salir adelante porque me entretenía mirando cosas como unas flores. Unas simples pero bellas flores. A veces a esas flores se les posaban abejas, que muy bien no me caían por más que fueran importantes para la naturaleza. Pero a veces también mariposas. Y yo contemplaba esas mariposas y me conmovía por la alegría de vivir.
- Usted tiene una mente brillante, humilde y hermosa.
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III
Luego de tantos días de caminata, luego de aquella gran odisea, Verónica había llegado a la zona de las costas. Era una noche estrellada, y ella estaba dirigiéndose a la playa. No tenía sueño. Tenía muchas ganas de conocer el mar. Pero mientras caminaba recordaba lo que había oído hablar acerca de los seres humanos y por eso mismo pensaba que debía tener mucho cuidado.
Sin embargo, ella estaba tan entusiasmada al contemplar parte del reflejo de la luna sobre el mar nocturno, que se maravilló al punto de olvidarse por completo de toda precaución. Comenzó a correr para acercarse más, y mientras lo hacía, parecía sentir una descarga de energía muy positiva, un éxtasis que le salía del pecho.
Distintos recuerdos pasaban por su mente. Recuerdos lindos que aumentaban esa alegría. Mientras avanzaba, además de contemplar el hermoso horizonte nocturno, también por momentos tenía breves imágenes intermitentes en su cabeza.
Todo el verde del paisaje de los montes y los bosques, los inmensos árboles, las flores, las mariposas, todas las veces que ella podía disfrutar de cantar sola, y también todas las veces que se topaba con pájaros, especialmente con colibríes, y cantaba para ellos. Eran recuerdos de otros momentos hermosos, sobre todo cuando cantaba y los colibríes parecían conmoverse también con su voz angelical, al punto que se quedaban volando cerca, y ella parecía poder sentir su alegría.
Y algo parecido ocurría con las serpientes. Aunque estas fueran animales de mala fama por su mal carácter, Verónica las amaba y también cantaba para ellas si podía, y ellas a cambio también se quedaban cerca suyo un tiempo. Sin duda, sus amigos animales eran felices con ella, y ella era feliz con ellos, y entonces había un círculo de empatía y afecto muy lindo.
Fue en ese momento que a Verónica le pareció escuchar una voz algo familiar detrás de ella, que la llamaba. Detuvo su andar, se giró, y pudo ver a un come semillas masculino que se acercaba. Era Franco, de la tribu Alfa, a quien ella había visto unas cuantas veces en los encuentros. A ella le gustaba Franco, aunque era muy tímida para acercarse a hablar con él. Y no sólo era una cuestión de físico, sino que más allá de eso, ella veía en Franco alguien en parte parecido a ella y en parte diferente.
Pero las similitudes eran bastante más fuertes que las diferencias. Y a su vez, las diferencias no significaban algo como una rivalidad o un defecto tan terrible para corregir de manera rígida o punitiva. Todo lo contrario, ambos podrían intentar resolver esas diferencias de manera constructiva y enriquecerse mutuamente.
Verónica estaba realmente emocionada y no podía creer que Franco la hubiera venido a buscar hasta ahí, habiendo tantas otras muchachas que quizá le podrían haber interesado más, como las rubias.
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IV
Giovanni y Alberto estaban caminando juntos por la playa, contemplando a su paso la maravilla del ambiente. Los dos amigos seguían conversando mientras paseaban, ahora por una zona algo particular, que conectaba con una especie de bosque. Habían conversado muchísimo, y era principalmente Alberto el que había comenzado la mayoría de los temas de los que hablaron.
Pero de repente Giovanni comenzó a sentirse un poco cansado. Quizá todo el asunto del paseo había cumplido su labor de brindarle algo para hacer ante el ataque de insomnio, dicho ataque se estaba yendo, y entonces él ya podría y de hecho tendría que volver a dormir antes de que fuera aún más tarde. Y más teniendo en cuenta lo lejos que se había ido.
- ¿Está bien? ¿Le pasa algo? – Preguntó Alberto.
- Sí señor, estoy bien. Pero creo que ya estoy algo cansado. Y tengo ya algo de sueño.
- Oh, entiendo.
Giovanni se encontraba bastante conmovido, así que antes de irse decidió que debía dar el último golpe para cerrar la conversación.
- Señor Alberto, yo en un rato ya tendría que irme de vuelta a dormir. Verá, cuando ya amanezca me espera un largo viaje en barco.
- Oh, no hay problema. Usted si quiere ya puede irse. La verdad que le agradezco muchísimo toda su compañía y atención. Hace tiempo que muchos vecinos de por aquí me suelen evitar. No todos, pero sí varios. Pero usted joven, hizo una hermosa diferencia. Muchas gracias. Gracias por darle ánimos a un viejo solitario como yo.
- No hay nada qué agradecer, buen hombre. Pero ya que estamos, me gustaría contarle algo más.
- Sí, cuénteme.
- Cuando era niño, recuerdo que había tenido que ir al psicólogo. Bueno, digamos que me costaba adaptarme a vivir con otros en la escuela, y sobre todo, no sabía manejar mis emociones.
- ¿Y cómo le fue ahí con el psicólogo?
- Recuerdo que estuve durante un tiempo con una psicóloga mujer. No me acuerdo bien su nombre ahora pero creo que su apellido era algo como D’ Hilario o algo así. Creo que me fue bien. Era una mujer muy dulce y atenta.
- Ya veo. Lo ayudó mucho, ¿No?
- Sí. Ella me ayudó bastante pero en cierto punto fui yo el que tuvo que superar esos problemas. Pero por supuesto, ella fue quien puso todo su esmero en ayudarme a dar los primeros pasos.
- Un pequeño paso para don Giovanni, ayudado por su psicóloga, y un gran salto para su bienestar.
- Exacto Alberto. La verdad que ahora no sé qué más decir. La verdad que me siento feliz de haber pasado esos malos momentos porque por más que fueran malos, me fueron guiando hasta donde estoy hoy.
Giovanni en eso estaba recordando e imaginando visualmente el consultorio de su psicóloga. Una casa algo antigua pero bastante linda y cuidada, que él de chico pensaba como un palacio. Y como se especializaba en niños, tenía una sección de juguetes, libros para niños y cosas así infantiles, con mucho color.
Y de repente él también pensaba ya con su mente adulta en tantas cosas. Los recuerdos se le mezclaban con los pensamientos de la realidad más actual. Pensaba y re pensaba, en lo triste que era que hubiera tanta desgracia en el mundo, como tanta violencia, tanta delincuencia, tanta pobreza y tanta gente triste, con problemas que segura y lamentablemente eran peores que los que él había tenido. De repente se le salían las lágrimas
- Giovanni, ¿qué sucede?
- Es que pienso…
-¿En qué piensa?
- Pienso en que si no fuera marinero, me hubiera gustado trabajar en algo parecido a lo que se dedicaba la señora D’ Hilario. Algo parecido, como acompañante terapéutico. O incluso combinar eso con agente penitenciario para así servir como guardia de seguridad en, ya sabe, uno de esos lugares especiales.
- Usted sí que tiene una mente brillante, humilde y hermosa.
- No es nada. Es que pienso tanto en todo. Y sí, en este triste mundo debería haber más niños jugando felices, más familias comiendo y en la academia militar deberían enseñar medicina. Y en vez de eso usted puede ver cómo pasan tantas cosas tan malas.
Fue en ese instante en que Giovanni sintió una sensación extraña que le salía del pecho pero que más que una angustia de pesadez, era un calor. Una gran descarga de energía. Iba a despedirse de Alberto pero, casi involuntariamente, como si fuera por su conmoción, se giró a un costado y le pareció divisar algo a lo lejos.
- Alberto, mire ahí…
- Oh sí, mire eso. ¿Estamos los dos tan locos o esos son dos monstruos?
Giovanni intentó agudizar un poco mejor la vista.
- ¡Si seremos Don Quijote y Sancho Panza! Parecen dos hombres lobo. No, espere, uno de los dos bichos, que creo que es pelirrojo, parece que tiene un busto y lleva puesto una especie de sostén o corpiño.
- Es una mujer entonces.
Giovanni le dijo a Alberto que lo mejor era salir corriendo. Corrieron muy rápido hasta perder a esas dos criaturas. Y luego, una vez de regreso a la zona más transitada del puerto, decidieron despedirse y separarse. Cuando Giovanni volvió al hotel, intentó calmarse y simular como si nada hubiera pasado. Pero él presentía que no estaba tan loco como Alberto, y de que lo que había visto era real. Así que a la mañana siguiente, cuando zarparon a alta mar, él viajó algo incómodo.
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V
Habían pasado cinco meses desde aquel desembarco en Queen Valley. Y ahora Giovanni estaba nuevamente ahí, como parte de otro viaje de su trabajo en los barcos. No había podido olvidar a Alberto, pero sobre todo, no había podido olvidar el haber visto a esas dos criaturas.
En este segundo viaje, todo parecía igual al primero. Era de noche, y él estaba exactamente con otro ataque de insomnio en el hotel que estaba reservado para las tripulaciones. Decidió armarse de valor e ir de vuelta a la playa a esas horas de la noche.
Mientras se adentraba en la aventura, se sintió afortunado de encontrar entre la basura de un cesto de playa una botella de cerveza, la cual decidió romper a la mitad de un golpe para así tener sus vidrios filosos como posible defensa.
Caminó bastante, repitiendo el mismo recorrido de la última vez hasta cerca de la zona que conectaba con aquel bosque, con algo de intriga, y de repente casi le dio un infarto cuando escuchó que alguien lo llamaba. Pero se dio la vuelta y pudo calmarse cuando vio que era Alberto. Los dos amigos entonces se pusieron a hablar un poco.
Pero fue en ese momento en que les pareció escuchar algo como una voz que cantaba. Dicho canto, inesperadamente resultaba de lo más agradable y hermoso. Así que los dos amigos, llenos de curiosidad, se pusieron a buscarlo para ver de dónde provenía.
Enorme fue su sorpresa cuando después de unos minutos caminando, en medio de la oscuridad, se encontraron a aquellos dos monstruos humanoides sentados juntos en la arena. Giovanni no podía creerlo. De repente, la hembra pelirroja, quien era la que estaba cantando, se volteó y los vio a los dos.
- Usted tiene una voz tan hermosa y angelical señorita lobo. O señorita pájaro. Lo que sea, usted tiene una voz hermosa – Dijo Alberto.
- H-Hola. Me llamo Verónica. Y él se llama Franco. Me alegro mucho de que les guste cómo canto.
Giovanni en ese momento se sintió bastante avergonzado y soltó la botella. No podía creerlo: había prejuzgado a aquellas criaturas por su apariencia y no se había dado cuenta de que las apariencias lo habían engañado. Aquellos dos extraños humanoides, eran una pareja muy feliz que tal como si fueran seres humanos, se encontraban disfrutando del paisaje tal como él y su amigo Alberto. No podía hacer otra cosa sino nuevamente conmoverse por la alegría de vivir, e intentar compartir toda esa alegría con sus amigos esa noche.
Así, Franco y Verónica se tenían el uno al otro como pareja. Y junto a sus amigos humanos, los dos grandes locos amigos bienaventurados Giovanni y Alberto, pasaron una noche hermosa hablando de tantas cosas mientras miraban el mar. Y así, cuando Giovanni partió al día siguiente de regreso a su trabajo, los dos come semillas se encontraron ante un nuevo amanecer. Un nuevo y maravilloso amanecer ante la belleza del mar.
A partir de ese entonces, cada determinado tiempo el marinero Giovanni pasaba noches de insomnio hermosas cuando llegaba a Queen Valley, en tanto que el buen loco Alberto, quien tiempo después contó de su trabajo de carpintería que amaba aunque no ganara mucho (y eso se notaba en sus harapos) también lo acompañaba a Giovanni y a los dos come semillas.
Y a su vez, el resto del tiempo cuando Giovanni no estaba, Alberto les mostraba a Franco y a Verónica los juguetes que él arreglaba, dado que además de carpintero trabajaba medio por hobby en su propio hospital de juguetes. Hermosos juguetes restaurados para ser donados a niños y niñas de hospitales y orfanatos, o incluso algunos devueltos para que los hijos de los que los dejaban los disfrutaran también. Un hermoso hobby al cual él se dedicaba sin fines de lucro, siempre donando y nunca vendiendo por más que en su trabajo oficial de carpintero él no ganara la gran cosa.
Y también, aunque no ganara la gran fortuna y no tuviera mucha suerte en ese sentido, en otro sentido, Alberto todos los días se despertaba conmovido por la nueva oportunidad que le daba cada mañana. Todos ellos; Franco, Verónica, Giovanni y Alberto; no podían hacer otra cosa sino alegrarse mucho por un nuevo amanecer.
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NOTA: los personajes conocidos como come semillas que aparecen en esta historia, serían una adaptación mía en versión amigable de los come semillas o devoradores de semillas (seedeaters o seed eaters, en inglés original) quienes fueron creados por un autor canadiense de Internet conocido como Cliff Howry.
En sus historias originales escritas por Cliff en su blog de ficción, estas criaturas son malignas y se dedican a hacer fechorías. Justamente, pertenecen al universo o a la cosmovisión del terror creepypasta de Internet.
Sin embargo, yo decidí hacer unas adaptaciones alternativas en las cuales son buena gente. Me gustó la idea de cambiarlos, sobre todo porque me gustó su diseño. Es decir, se me hicieron llamativos. Justamente, también me gusta dibujarlos.
En fin, los créditos originales por esos personajes se los lleva Cliff Howry. Y acá están las fuentes:
https://creepypasta.fandom.com/es/wiki/Seed_Eater
https://seedeater.blogspot.com/
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