Ojos del mal

                                                               Ojos del mal

(Manuel Hipólito Soler)

Sinceramente nunca fui creyente en lo sobrenatural, o dicho de otra manera, jamás me llamó la atención, me daba igual. Recordarán por ejemplo, la época en que en Youtube además de música y mascotas, estaban de moda las historias de fantasmas y cosas así. Bueno, fueran o no reales, no me interesaban.

Pero a veces la vida puede tornarse desagradablemente sorpresiva. Pues resulta que cuando tenía diecisiete, uno de esos “amigos de amigos” en Facebook, me pasó un foro en el que se conversaba y contaban cosas así. 

Una noche de fin de semana que no pude ir a una fiesta que me habían invitado porque estaba algo engripado, decidí explorarlo un poco más, como realmente no tenía otra cosa que hacer. Y bueno, no había mucho realmente inquietante a simple vista. Puras historias de fantasmas en lugares determinados como escuelas, edificios abandonados que sufrieron incendios y cosas así y hasta en hospitales. Muy genéricas. Pero en eso me topé con una distinta, titulada Smile Dog

Según esta, resulta que allá por los 90’ en Users Network (abreviado comúnmente como Usenet), comenzó a circular una aparente foto maldita, cuya descripción dada por los aparentes testigos consistía en una especie de perro siberiano sonriendo de manera extraña,  hasta con “dientes que parecían de humano”, decía en un momento.

En 1992 una mujer recibió dicha imagen, en tanto que los ataques seguirían hasta 2002 con el último en gran escala en Something Awful, en tanto que después allá por 2008, luego de un intento de entrevista fallido, la mujer envió un último correo y se terminó suicidando, y  luego de toda la historia y la explicación, el narrador-protagonista al final mostraba la foto. Por supuesto que ésta no era la verdadera sino otra falsa, y así terminaba todo.

En sí había sido mucho mejor relato que los otros. “Es una versión bien mejorada del chiste del screamer, tipo ese de la poseída de la película El Exorcista pero con una buena historia de fondo, en vez de tantos gritos” pensé. Pasó el tiempo y había cumplido dieciocho, así que estaba muy metido en el futuro y las obligaciones, cuando en cuestión de meses, me habían conseguido un departamento para cuando fuera a la facultad. 

Iba a estudiar en mi ciudad, el departamento sólo era una cuestión de dar un puntapié para la independencia. Un día nublado estaba ahí, ordenando para cuando fuera mi lugar definitivo. Mamá estaba en lo de la abuela, y papá en el trabajo, así que cuando terminara podría volver a la casa para ver equipaje y cosas así. 

Estaba limpiando los muebles, cuando en eso abrí el más grande, el ropero, y me encontré en uno de los cajones una pequeña caja. Pensé que lo correcto sería, para no molestar a papá, llamar a mamá para preguntarle. 

Sin embargo, recordé lo que me habían dicho aquella noche cuando tocaron el tema y me contaron que ya tenían un departamento para alquilar: que el anciano al que se lo pidieron, les contó que el huésped anterior aparentemente era drogadicto o algo por el estilo, y que la última vez que lo vieron fue a la hora de pagar, que después fue denunciado que los vecinos del departamento y de la zona lo habían visto comportarse de manera extraña, y finalmente él mismo habría contactado a un familiar para que lo internaran en una clínica psiquiátrica.

Abrí entonces esa caja con algo de intriga, pensando qué cosa rara podría encontrar y reflexionando si lo mejor era después intentar deshacerme de ella pronto y sin avisar a nadie. Para mi sorpresa, adentro había unos sobres con discos. Los abrí también y resultaron ser CDs y DVDs. 

Muerto por la curiosidad, los metí de vuelta en la caja y me la llevé a casa cuando terminé de ordenar. Me acuerdo que en ese momento, sólo pensaba si tendrían música y películas pirateadas. Lo veía todo como una anécdota chistosa de haber conseguido algo para escuchar de fondo o mirar si, por ejemplo, en una tarde lluviosa no tenía señal de Internet y a su vez se me cortaba el cable común. Por supuesto que iba a ser algo grotesca por los detalles del huésped anterior, y que en realidad se suponía que si iba a estudiar una carrera no iba a tener mucho tiempo libre para aburrirme y de ahí hacer eso.

Ni bien llegué a casa, al ver que me encontraba solo, me dispuse a probarlos. Admito que tenía guardado el viejo reproductor, así que simplemente revisé en mi computadora. Casi todos estaban todavía sin usar, menos un DVD que estaba grabado como ROM justamente para computadora y estaba casi lleno. Casi todos los 4.7 GB estaban ocupados. 

El disco se titulaba Difunde la palabra, y cuando lo abrí pude ver en las miniaturas que estaba lleno de imágenes como la que había visto hacía tiempo del perro aquella noche. Bajé hasta el final y mientras lo hacía, me sentía extraño, como cansado, hasta que me puse a abrirlas. 

Ahí fue cuando la cosa empeoró, pues al principio miré algunas que eran prácticamente la misma que mostraron en el foro, pero tenían diferencias como luz y color. Seguí pasando una por una, y hubo otras versiones totalmente distintas, si bien tenían en común obviamente detalles como el perro y la mano, noté que empezaban a mostrar distintas habitaciones y perspectivas, algunas más iluminadas, otras oscuras, otras con más de una mano o en otro tipo de lugar como un pasillo, o en el fondo una puerta en vez de la emblemática ventana de la historia original.

A medida que las observaba, empecé a sentir escalofríos en las piernas y temblores en mis brazos. Hice una pausa, dispuesto a averiguar más. Lo primero que leí fue nuevamente la historia original, con lo que recordé un detalle: aparentemente, aunque parezca absurdo, muchos negarían la posible verosimilitud de la historia, pero sin ningún argumento lógico ni nada, sino más bien de manera dogmática, y prácticamente es más probable que se nieguen a hablar por miedo, en vez de incredulidad. 

Es más, revisé y efectivamente, aun pasados los años y la integración de ese tipo de narraciones conocidas como creepypastas, al menos en español e inglés, no había ningún artículo en Wikipedia sobre la leyenda, ni siquiera se la mencionaba en el propio artículo dedicado a los creepypastas.

En este punto, a pesar de que pude haber sacado el disco y romperlo, me sentía con impulsos raros. Terminé abriendo la última imagen que había. Exacto, fui un idiota, no sé realmente por qué lo hice. 

Lo cierto es que me desperté luego de quedarme inconsciente. Al parecer  tuve una especie de convulsión y desmayo, y desperté para volver a ver esos ojos, esos dientes… Cerré todo, como si nada hubiera pasado. Afuera estaba por venir una tormenta. Revisé mi teléfono y vi que mis padres me habían mandado mensajes que iban a llegar más tarde. Empecé a escuchar una voz, que me decía “hazlo”. Sin duda era él. 

No sé, supongo que debería sentirme culpable, pero ya no siento nada. Hice lo que debía, difundí la palabra tal como él quería. Le mandé la imagen a algunos de mis compañeros, a los que nunca quise. 

Y ahora él está sentado en mi cama. Se los juro mientras escribo esto, que él está ahí, sonriendo, mostrando sus dientes, con sus ojos clavados en mí.    

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NOTA: esta otra historia, que es una de las más viejas que escribí por hobby hace años cuando todavía estaba en la secundaria, la hice basándome en una historia de suspenso/terror anónima de Internet titulada justamente “Smile Dog” (o también conocida como “Smile.jpg”). 

Un detalle para acotar es que en la historia original se mencionan a los antiguos disquetes o floppy disks de las computadoras de antes (justamente, las de los 90’), pero yo decidí actualizarlo un poco y reemplazarlo por los CDs y DVDs de uso ROM (es decir, para guardar distintos archivos en una computadora, más allá de grabar música en un CD o una película o videos en un DVD). 

Otro detalle es que por supuesto que ahora en la actualidad, si no me equivoco, Smile Dog sí es mencionado en Wikipedia en ese mismo artículo acerca de los creepypastas. 


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